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Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, todo empezó con una aldea milenaria dedicada al cultivo. Pero no era una comunidad común y corriente, ya que sus habitantes contaban con poderes especiales que les permitían dominar ciertos elementos naturales para sembrar, plantar, cultivar y cosechar lo más supremo en flores y frutos.

Nunca se supo ni se sabrá por qué motivo la comunidad se fue dispersando hasta desaparecer. Sin embargo, al día de hoy todavía quedan pruebas de que hubo un único sobreviviente: ULO, como se hacía llamar.

Este ser especial, además, era bondadoso y todo lo que recogía lo compartía con los demás, para que otros también pudieran valerse de las propiedades de sanación y bienestar que sus cosechas aportaban.

Con los años, los nuevos habitantes fueron conociendo los diferentes poderes que este ser poseía al observar que ULO tenía tatuajes en su piel que se encendían e iluminaban con colores cuando invocaba a los elementos.

El primero en ser descubierto fue el poder de dominar la luz, un elemento sublime que hacía que sus plantaciones pudieran desarrollarse y completar su ciclo de vida al fabricar las flores y los frutos especiales que sustentaban a la comunidad. Su energía se veía reflejada en sus tatuajes con un rojo brillante.

Algún tiempo después, entendieron que también podía dominar al aire, gracias a un poder que había recibido de sus antepasados, con el que le brindaba protección a sus plantaciones y cosechas a través de una fortaleza sagrada que les permitía sobrevivir a las diferentes temperaturas de la época. Cuando lo hacía, sus marcas se tornaban de un color blanco incandescente.

Luego fue la tierra, un elemento esencial para que sus plantaciones fijaran raíces fuertes y firmes, y pudieran crecer de forma determinada y afrontar los diferentes desafíos que la propia naturaleza les traería. Este poder era advertido por la comunidad cuando sus tatuajes se volvían verdes y resplandecientes.

Finalmente, se supo que ULO también tenía el poder de encauzar los ríos, arroyos, mares y océanos, por lo que podía dominar al elemento del agua, con el cual sus cultivos se alimentaban y nutrían para crecer sanos y ser los más frondosos. Cuando lo invocaba, las grabaciones de su piel tomaban un color azulado igual al de las profundidades.

Con la ayuda de estos poderes, sus plantaciones eran las más valiosas y tenían una calidad nunca antes vista. Hoy, los aprendices de ULO fueron pasando de generación en generación estas habilidades hasta convertir los conocimientos que su maestro les transmitió en técnicas nuevas y maravillosas para que el cultivo y la cosecha sea una experiencia única e increíble para todos.

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